Los ideales de la belleza femenina han evolucionado mucho a lo largo de los siglos. Aún podemos ahora saber qué aspecto tenía una mujer hermosa de la Edad de Piedra. En Austria en el siglo pasado encontraron una estatuilla hecha de granito, llamada “Venus”. Venus tenía un rostro y una silueta notables: brazos y hombros redondos, vientre caído.
La única ventaja de su cuerpo era un muy buen busto. Esto significa que en estos tiempos remotos la belleza estaba asociada con la funcionalidad. En otras palabras, la más hermosa mujer era la que podía tener más hijos sanos.
Antigüedad
La antigüedad es famosa por su culto a la belleza. Un cuerpo perfectamente construido con líneas suaves de senos, caderas anchas y redondeadas y una cintura pronunciada estaba apreciado como un estándar de la belleza femenina en esta época. Los escultores antiguos mostraban sólo las siluetas con parámetros cercanos a 90-60-90. Por ejemplo, las proporciones de la famosa Venus de Milo eran de 86-69-93 (a propósito, tenía sólo 164 cm de altura).
Ideales europeos
Los estándares europeos de la belleza femenina se formaron en los siglos X-XII. Los hombres apreciaban entonces una piel blanca y una silueta fina de las doñas. Los trovadores cantaban las mujeres frágiles y indefensas. Una frente alta entró en la moda y para cumplir con este ideal de la belleza, las mujeres afeitaban el cabello que enmarcaba su rostro. Ellas afeitaban también la nuca con el fin de hacer su cuello más largo visualmente. Los dedos, las piernas y los brazos largos estaban considerados como más bonitos y deseados.
Pero al lado de todas estas características que valoraban un cuerpo fino, la moda de aquel tiempo toleraba un vientre redondeado. Incluso las mujeres que tenían un vientre plano, lo aumentaban expresamente poniendo una almohada especial para no caer fuera de las normas de belleza.
Cuerpo exuberante
Después de los cuerpos austeros de la Edad Media vino la hora de la belleza femenina exuberante. Son las mujeres del famoso Rubens. Sus principales ventajas fueron las caderas anchas, los brazos gruesos y los pechos enormes. Las señoras trataron de enfatizar lo más posible las suaves curvas de su cuerpo: por un escote profundo, un corte especial de vestidos y mangas cortas. Durante el Renacimiento, las personas delgadas no fueron consideradas como hermosas.
Belleza de muñeca
El tiempo de la belleza de muñeca es el siglo XVII que se caracteriza por el estilo de barroco, lujoso, pretencioso y artístico. Apreciaron la belleza de las mujeres que se parecían a una figurita frágil: pequeños pechos, hombros caídos, cuello de cisne. Para tener este tipo de figura, las mujeres usaban corsés de encaje y faldas con miriñaque que crean visualmente una silueta ancha en las caderas. La desnutrición era común porque la piel feminina pálida, es decir noble, tenía entonces mucho valor. Por esto las mujeres usaban muchos polvos para hacer su cara más clara y aristocrática.
Locura del siglo XX
En el siglo XX, las mujeres emancipadas comenzaron a practicar el deporte y a prestar la máxima atención a su forma física. El cuerpo bronceado con un sistema muscular bien desarrollado se convirtió en el estándar de la belleza femenina. En el mismo tiempo entraron a la moda las faldas cortas que revelaban las piernas bonitas de mujeres.
En esta época la mitad femenina de la humanidad ya intentaba de preservar una figura esbelta, aunque la gordura feminina no fuera todavía considerada como un vicio.
Delgadez extrema
El síndrome de Twiggy aparició en los años sesenta. Esta supermodelo famosa con 169 cm de estatura pesaba sólo 48 kg. La mujer adolescente se convirtió en el ídolo de la mayor parte del sexo débil. Millones de mujeres no sólo soñaban con su figura, pero hacían todo lo posible para adelgazar: seguían dietas estrictas, pasaban hambre y practicaban el deporte hasta ahogarse. Sólo diez años después vino la doctrina de un estilo de vida saludable. Los sientíficos introducieron la noción de nutrición equilibrada. Y la tendencia de los años setenta aún sigue vigente a día de hoy. Pero es muy posible que la situación cambie en el futuro próximo, porque la belleza feminina es un fenómeno relativo e inconstante.